Con el final de la cuarta
temporada Rectify ha dicho adiós para
siempre. Y lo ha hecho sin hacer mucho ruido en los medios, casi ninguno,
aunque colándose sistemáticamente en el top 10 de los críticos norteamericanos
como una de las mejores series del año. Y yo me atrevería a decir del lustro.
Spoilers sobre la serie.
Este año Daniel estaba desterrado
en otro estado y no podía interactuar con los personajes protagonistas. Ha estado
alejado durante los ocho capítulos que compone esta última tanda.
Lo interesante de esta, ha sido
descubrir cómo el protagonista lidia con el estrés postraumático de haber vivido
19 años en el corredor de la muerte. Esta situación, más haber sido
prácticamente repudiado por su familia, haber perdido su juventud, amigos y su
capacidad de vivir un futuro es un cocktail explosivo que Rectify ha sabido llevar de una manera excelente.
¿Cómo va a ser mi futuro con un
pasado como el que tengo?, ¿A qué puedo aspirar?, ¿Cuáles son mis esperanzas?
Muchos dicen que Rectify es lenta, que tiene un ritmo en
el que se debe entrar, incluso yo lo he dicho. Difiero de mi opinión. Es la
serie pasan muchas cosas. La implicación con un personaje protagonista que
evoluciona lentamente no quiere decir que en una ficción no pasen cosas, que
nos acerquemos de forma realista a un shock de esas magnitudes a mí me hace
pensar que, al final, esta ficción ha sido capaz de dar en el clavo. No tenemos
un final feliz, pero tenemos una esperanza, un rincón para poder pensar que la
situación de Daniel mejorará, y un camino al que podrá sobreponerse.
Daniel es capaz de perdonar, de
sentir amor y de mirar al futuro sin rencor. Y eso después de haber estado 19 años
desahuciado es algo que merece la pena contar. Y Rectify lo ha contado tan bien…
Que no os engañen, Rectify no es lenta, es un cuento sobre
reflexión.
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