En abril de este mismo año se
estrenaba en Channel 4 una miniserie llamada Born to Kill, un drama de 45 minutos sobre un adolescente huérfano
de padre que comienza a tener actitudes un poco raras, extrañas y alejadas de
la imagen de adolescente convencional y servicial al que tenía acostumbrado a
su madre, una típica enfermera con poca personalidad y, al parecer, sumisa.
La serie se ve en un soplido, son
solo cuatro episodios, y su duración hace de ella un placer que puede
disfrutarse de una o dos sentadas. Básicamente es una película de 3 horas
fragmentada en formato televisivo para adaptarse a, eso mismo, ser emitida de
forma semanal.
Donde reside la novedad es en el
tipo de historia que cuenta, ¿Es la psicopatía un rasgo hereditario? y ¿Puede
pasar de padres a hijos, aunque los últimos no los hayan conocido?
Me pareció muy interesante el
viaje a los infiernos del protagonista, Sam Woodford, y como su personalidad va
descarrilando conforme pasan los minutos, casi de manera hipnótica, pero sin la
impresión de ser nada acelerado. Cuidad con la carrera de Jack Rowan porque
estoy seguro que va a empezar a trabajar en proyectos cada vez más importantes,
su carisma y su interpretación son las que llevan el peso de la trama en casi
todas las escenas de la miniserie.
Quizá el final no entraba dentro
de mis expectativas, por lo previsible que resulta, hubiera preferido otro,
pero no seré yo quien os spoilee, mejor podéis descubrir esta pequeña joya
vosotros mismos.