Mi relación amor/odio con The Walking Dead continua más viva que
nunca. Entre la emoción por seguir viendo a un grupo de supervivientes avanzar
hasta no se sabe bien qué ni dónde, a la estupor de muchos episodios por
tramposos con el espectador, extremadamente moralistas o por ser simples
rellenos. El hecho es que, después de 6 temporadas, sigue enganchando. Uno no
puede dejar de seguir a este grupo de personas ni a los guionistas que, también
es cierto, van puliendo cada vez más sus errores.
Hasta el momento la serie había
vivido dos fases bien diferenciadas. En la primera el enemigo a batir eran los
zombies. Cómo combatir contra ellos y tenerlos controlados. En la segunda etapa
el enemigo eran los humanos, los diferentes grupos de supervivientes dispuestos
a hacer cualquier cosa por eso, sobrevivir. Y ahora es cuando entramos en la
tercera fase.