La cuarta temporada de Orange Is the New Black es el salto
definitivo a la madurez de una serie que deja de un lado la comedia para,
convertirse irremediablemente en un drama carcelario pequeños tintes cómicos, y
ahí está la clave, que la balanza se desestabiliza hacia el drama.
Spoilers sobre la cuarta temporada de la serie de Jenji Kohan.
El factor sorpresa se ha perdido,
pero eso es algo evidente en cualquier cuarta temporada de una serie. A cambio,
tenemos a nuestros personajes completamente dibujados y con sus pasados delineados.
Sabemos por qué están allí y a que banda pertenecen, sólo falta repartir las
cartas.
Y las jugadas están distribuidas
en tres grandes arcos que vertebran el cuarto año de la ficción. La primera
consta de tres episodios, y se entretiene en desvelar y cerrar las cuentas pendientes
que quedaron sueltas el año anterior. La segunda, que transcurre del cuarto al undécimo
episodio funciona como caldo de cultivo que va desarrollándose muy poco a poco
hasta llegar al clímax, al final del episodio 12 y sobre todo en el 13 donde todo
acaba explotando en un, como no, cliffhanger, que no sé si termina de funcionar
del todo.
Los primeros episodios están
marcados por el asesinato que perpetran Vause y Lolly y la paranoia en la prisión
que crea esta última. Es el personaje de Laura Prepon el que carga con todas
las incertidumbres y el peso de la responsabilidad de haber matado a una
persona, hecho que le persigue y atormenta durante toda la temporada.
La segunda parte está
protagonizada por los nuevos guardias de la prisión y sobre todo, la irrupción
de Piscatella, que intentará imponer su dudosa ética laboral en un empeño por
diezmar cualquier iniciativa de las presas, que sufren un colapso entre bandas
cuando Piper toma represalias contra las latinas en su negocio de los tangas
usados. Al final, Piper no es la cruda y sanguinaria presa que ella pretende y
cuya imagen quiere desprender. Y esas represalias devueltas serán demasiado duras para
ella.
La tercera parte nos lleva a la
desafortunada muerte de Poussey y las asquerosas tácticas de la corporación que
gestiona la cárcel. Esto hace que las presas, clamando justicia por su
compañera, emprendan una rebelión que queda en pausa, al mejor estilo Jenji
Kohan en Weeds. La manzana no cae
lejos del árbol.
Por ello comentaba lo de la
estabilidad de la ficción, que deja de sorprender. Quizá esperábamos algo más
grande, rompedor. Y es que tras visionar Vis a Vis parece que estas presas sean
hermanitas de la caridad comparadas con las del thriller español. Comparar no tiene
sentido, pero la falta de adrenalina es quizá uno de los factores que más echo
de menos esta temporada.
Eso sí, el factor binge-watching
sigue intacto, y como no te des cuenta, habrás visto 6 episodios sin pestañear.
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