Muchos han sido los meses de
espera, al menos para mí. Días y días para que llegara Bloodline, la nueva
serie de los creadores de mi adorada y añorada Damages. Espera digo porque a mí
me gustó y mucho el universo en el que se movían Patty Hewes y Rose Byrne y
esperaba que con este nuevo drama sus creadores me darían algo al mismo nivel,
algo potente y diferente. Sí, pero No.
Me es muy difícil escribir esta
entrada sobre Bloodline y me he esperado a ver toda la temporada para poder
juzgarla y discutir sobre ella, es más, he decidido que pasaran unos días tras
verla para tener una idea menos en caliente.
¿Qué es Bloodline entonces?
La prima hermana de Damages. Es
así, la nueva serie ha sabido coger prestado todo lo que funcionó en la primera. Un
potente elenco de actores en el que destacan Ben Mendelsohn por encima de todos
y Sissy Spacek junto a un Kyle Chandler menos protagonista de lo que esperaba.
Digo eso porque aquí el que sobresale es Mendelsohn, la oveja negra
(recalcitrada) de una familia con tantos secretos que nos llevan por derroteros
que quizá, en ocasiones, no nos dejen disfrutar del relato como mereciéramos.
Otro de los préstamos de Damages es su temática, el thriller, los secretos y el
uso del flashforward. Mucho más moderado esta vez, pero como un recurso marca
de la casa que puestos a pensar, ayuda y mucho en esto del binge-watch.
Y ahí radica fundamentalmente el
problema de la serie, que cuenta con giros de tuerca “muy fabricados” para
hacer de la experiencia Netflix una aventura, para ver el siguiente capítulo
sin pausa y terminarse la temporada en un pis pas.
He de decir que el avance de los
episodios hasta el noveno es peligrosamente lento, muy de acorde a su escenario
y tan salado como las aguas del hotel donde transcurre. Pero es a partir de ese
episodio 9 donde todo pega un vuelco dinámico, comienzan a desarrollarse las
historias y nos encontramos quizá ante 5 de las mejores horas de TV del año. Y
aquí quizá está el dilema. ¿Aguantamos 8 capítulos para llegar a la trama
final? Bueno, aguantar no sería el verbo elegido, porque yo sí he disfrutado del
viaje. Sabía lo que llegaba, sonreía, me hacía con los personajes… Y creo que
esto está hecho así a propósito. Bloodline está diseñada para ser vista en
pequeños maratones, no para ver un capítulo y esperar a la siguiente semana.
Visto así tiene todo el sentido del mundo.
¿Os lo recomiendo? Sí. Al
principio la serie me recordó a Rectify, pero no es dejéis engañar por las
apariencias, Bloodline se va complicando con el paso de los segundos, retorciéndose
poco a poco, virando hacia algo oscuro y lleno de melancolía que cuando te ha
atrapado no te deja salir. No es Damages, Ojalá. Sissy Spacek no es Glenn
Close. Ojalá. Pero intenta hacer con el drama familiar lo que su antecesora
hizo por el de abogados, antes de que los King le dieran otro
volantazo.
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