20 de junio de 2016

Cómo hacer frente a una pérdida



La cuarta temporada de Orange Is the New Black es el salto definitivo a la madurez de una serie que deja de un lado la comedia para, convertirse irremediablemente en un drama carcelario pequeños tintes cómicos, y ahí está la clave, que la balanza se desestabiliza hacia el drama.

Spoilers sobre la cuarta temporada de la serie de Jenji Kohan.

El factor sorpresa se ha perdido, pero eso es algo evidente en cualquier cuarta temporada de una serie. A cambio, tenemos a nuestros personajes completamente dibujados y con sus pasados delineados. Sabemos por qué están allí y a que banda pertenecen, sólo falta repartir las cartas.

Y las jugadas están distribuidas en tres grandes arcos que vertebran el cuarto año de la ficción. La primera consta de tres episodios, y se entretiene en desvelar y cerrar las cuentas pendientes que quedaron sueltas el año anterior. La segunda, que transcurre del cuarto al undécimo episodio funciona como caldo de cultivo que va desarrollándose muy poco a poco hasta llegar al clímax, al final del episodio 12 y sobre todo en el 13 donde todo acaba explotando en un, como no, cliffhanger, que no sé si termina de funcionar del todo.

Los primeros episodios están marcados por el asesinato que perpetran Vause y Lolly y la paranoia en la prisión que crea esta última. Es el personaje de Laura Prepon el que carga con todas las incertidumbres y el peso de la responsabilidad de haber matado a una persona, hecho que le persigue y atormenta durante toda la temporada.

La segunda parte está protagonizada por los nuevos guardias de la prisión y sobre todo, la irrupción de Piscatella, que intentará imponer su dudosa ética laboral en un empeño por diezmar cualquier iniciativa de las presas, que sufren un colapso entre bandas cuando Piper toma represalias contra las latinas en su negocio de los tangas usados. Al final, Piper no es la cruda y sanguinaria presa que ella pretende y cuya imagen quiere desprender. Y esas represalias devueltas serán demasiado duras para ella.

La tercera parte nos lleva a la desafortunada muerte de Poussey y las asquerosas tácticas de la corporación que gestiona la cárcel. Esto hace que las presas, clamando justicia por su compañera, emprendan una rebelión que queda en pausa, al mejor estilo Jenji Kohan en Weeds. La manzana no cae lejos del árbol.

Por ello comentaba lo de la estabilidad de la ficción, que deja de sorprender. Quizá esperábamos algo más grande, rompedor. Y es que tras visionar Vis a Vis parece que estas presas sean hermanitas de la caridad comparadas con las del thriller español. Comparar no tiene sentido, pero la falta de adrenalina es quizá uno de los factores que más echo de menos esta temporada.

Eso sí, el factor binge-watching sigue intacto, y como no te des cuenta, habrás visto 6 episodios sin pestañear.

12 de junio de 2016

La familia, ese núcleo duro.



Si algo nos queda claro tras terminar la cuarta temporada de The Americans es eso, todo se hace por y para la familia. Las decisiones que tomamos, como actuamos y nos comportamos frente a la sociedad.

Spoilers a partir de este momento.

Solidez es el adjetivo más acertado cuando hablamos de este maravilloso drama. Y alegría al enterarse de que tendremos dos temporadas más y un final como Dios manda, que no me fiaba, ni lo hago, de FX desde lo de Damages.

La temporada se ha articulado alrededor de dos grandes acciones. Primero la ejecución de Nina, totalmente inesperada para mi, pero que daba por terminada una trama que, realmente, no daba más de si. Un paso inteligente por parte de los guionistas, que continúan arriesgándose en sus elecciones. El otro punto de inflexión llegaría con Martha, y esa maravillosa Alison Wright regalándonos los momentos más frágiles de la serie. Su personaje podía resultar cansino a veces, pero su salida de The Americans ha sido tan potente que la ha dejado, incluso, un poco descabezada en una trama final bastante anticlimática, con cosas que quizá no terminaban de interesarnos tanto pero que nos dejan con diatribas muy interesantes de cara al próximo año.



Principalmente el hecho de ¿Volvemos a casa? y ¿Volvemos con nuestros hijos?. Al final Philip (con sus tonterías de seminario”) y Elizabeth (con sus gabardinas) solo son capaces de mirar por sus hijos, y aunque cada vez dudan más de su trabajo y motivaciones, están muy cómodos en América y dudo mucho que quisieran volver a su madre patria, por mucho que arrastrar a sus hijos hacia un país que saben muy diferente a EEUU tampoco sea la mejor opción.

Paige continúa con su evolución hacia una nueva agente de la KGB y su coqueteo con el hijo de Stan comienza a saltar todas las alarmas. Alarmas en posición para que todo estalle al inicio de la próxima temporada.

Mención aparte para las insulsas apariciones de una liadísima Margo Martindale en la temporada, donde aparece en dos escenas alejadas sin ningún tipo de importancia. También para el embarazo de Keri Russell (del que habrá una entrada próximamente) y que ha hecho que la actriz se pase más de media temporada con la gabardina puesta y detrás de los objetos más variopintos.