24 de agosto de 2020

A la sombra se está mejor

En agosto de sobreexplotación de ficciones da pereza pensar en lo que uno tiene pendiente por ver, en lo que debería estar devorando y comentando en Twitter, porque esto de aquí ya no. El desarrollo ya no. Yo a veces, poco entro en rebeldía.

Escribo sin miedos que casi no sabía de la existencia de What We Do in the Shadows. Oí hablar sobre ella un poco el año pasado, de pasada, y la había visto en el catálogo de HBO de pasada. Pero es que claro, yo pasando por ese catálogo nunca me suelo parar en series de adquisición, sino en los originals. Tanto era mi despiste que no sabía que era de FX, y ahí fue donde decidí hincarle el diente. Ahí y, no nos engañemos, porque me resultó curioso que tres de sus episodios fueran nominados a los Emmy a mejor guión.

 

Me ha sorprendido gratamente. El ambiente kitsch, los más que conseguidos efectos especiales y las maravillosas actuaciones de los protagonistas. La serie es una sitcom single-cámara con mucha inventiva y una premisa loca. Vampiros fuera de lugar que viven en Staten Island y que tienen un familiar que les ayuda a sus quehaceres. 

 Por allí desfilarán brujas, hombres lobo, fantasmas y recuerdos del pasado, a cada uno más divertido. Llevan dos temporadas de emisión, a razón de diez episodios de veinte minutos. Y está renovada para una tercera. Entiendo que haya gente a la que no le haga ni puta gracia la serie. Yo me he reído a carcajadas, y hacía mucho que una comedia no lo conseguía.

Quizá será porque para alguien como yo, que era adolescente en esa época a mediados de los 2000 donde lo sobrenatural estaba a la orden del día, no acordarme de la mitología de series como Buffy, Charmed, Xena o incluso True Blood viendo esta serie es imposible. Y es más, es un añadido.

He visto las dos temporadas en un ratito, fresco, a la sombra, mejor en días calurosos. Guillermo os lo va a agradecer, porque él es un chico de quedar bien.

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