En seis años tan solo había
hablado en una ocasión de una serie española, Crematorio. Y no es que no me
guste hacerlo, al contrario, es que nuestra ficción ha estado estancada durante
mucho tiempo. Y aunque las cosas se están haciendo mejor que nunca, cabe decir
que los que tenemos ciertas nociones de ficción extranjera sabemos que
recientes éxitos de la televisión española no aportan nada nuevo a pesar de
estar magníficamente facturados y con historias bien estructuradas. Son explotaciones
veladas de fórmulas nórdicas, británicas o americanas que, sin ser plagios,
beben y mucho de estas. Y aquí es donde El
Ministerio del Tiempo asesta varios hachazos en contrapunto. De los buenos.
Cómo punto de partida resulta
interesante. Su premisa podría recordar a la del Doctor Who, pero nada es lo que parece. Sí creo que la serie es
nuestro Doctor Who, pero no porque
tengan algo que ver, sino porque hace las mismas funciones para nuestra TVE que
la veterana serie para la BBC. No hay que ser muy avezado para saber que la
serie británica va destinada a un público mucho más juvenil que la española,
que se centra, por suerte, en un público más adulto y que lo trata como a un
ente inteligente, capaz de entender referencias a la cultura pop y la historia
del país. Algo que pensamos debería ser normal y no, no lo es.
Su primer capítulo me gustó, y al
ver el segundo decidí que, aunque la serie tenía una premisa atractiva no
estaba hecha para mí. Primero porque no soy fan de los procedimentales, y segundo
porque pensaba que de eso se trataba, una serie ligera que nos traslada a un
hecho de la historia de España. Y decidí aparcarla ahí.
Cuál fue mi sorpresa cuando las
tramas personales empezaron a tomar forma y los personajes principales se
fueron desarrollando y mostrando que, en realidad, ellos llevan el peso de la
trama y los viajes en el tiempo son “la excusa”. Los miedos, las inseguridades
y el poder que permite viajar en el tiempo han sido la clave para que la serie
crezca de manera exponencial, y son los dos últimos episodios de la temporada
los que de verdad muestran todo su potencial y hacen que El Ministerio del
Tiempo sea realmente un producto que impresiona.
Además TVE se ha puesto manos a
la obra con un producto poco convencional y que juega con la ciencia ficción,
los saltos temporales y las tramas enroscadas en diferentes momentos del
espacio/tiempo sin miedo a confundir el espectador, o al menos dejadme pensar
eso.
También es de vital importancia
la figura de showrunner que Javier Olivares ha ido imprimiendo en la promoción
de la serie. Es evidente que esa figura siempre se ha echado en falta en la
ficción española y aquí la tenemos presente. Y bien presente. Creo además que
escuchando a Javier podemos entender en mayor grado la mitología de la serie,
ver lo complicado que ha sido realizarla y asombrarnos ante las cifras. Y es
que saber que el presupuesto de cada capítulo es de poco más 500.000 € hace que la hazaña sea incluso más importante.
Así es como debería ser la
ficción española. Son pocos ingredientes: originalidad, buenas tramas,
desarrollo de los personajes, actores convincentes y compromiso con el
espectador. Ahí radica la importancia de la serie, y ese debería ser el mayor
gozo tanto para la televisión pública como para sus creadores.
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